Tus manos huelen a ajo
Y a tierra.
Y a barro.
Y a lluvia de verano.
Huelen a mi sexo.
Huelen a mis manos.
Tus manos huelen a madera.
Al interior de una caja de crayones.
Y a espejos.
Y a mi espalda.
Y a la punta de mi pelo.
Tus manos, tan perfectas, huelen a
una cerámica sin terminar.
Al desayuno y a la cena.
Huelen a mi jabón, a las grietas en
mis sábanas y al cuerpo quieto de un violín.
Tus dedos huelen a los tatuajes que
no tengo.
Huelen a los ojos de quien llora al
ver una escultura pensante por primera vez.
La punta de tus dedos huelen a mis
pestañas.
Y a cítrico.
Y a cuchicheos en la cocina por la
mañana.
Huelen a cuando te levantas conmigo.
Huelen a la parte más tierna de tu
cuello.
Huelen.
Ellas simplemente huelen.
Y se me deshace el olor si te
ausentas por mucho tiempo.
Y yo siempre buscándolo
Con todo lo que me queda de
feminidad.
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