Estás debajo de mi carne. Susurro ardiente que me despega las uñas, que me arranca las pestañas. Tengo tanto que contarte y tus oídos están sordos. Sólo me ves mover los labios. El pecho ansioso de que vuelvas en marzo.
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Eres esclavo de ti mismo. Y yo no supe huir del aviso. Ahora tengo los tobillos rotos. Y un pasaje que expiró.
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¿Cuándo dejamos de ser hermanos y nos volvimos viajeros? Al lado mío tu maleta llena. Al lado tuyo mi maleta vacía de todo lo que lloré.
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Juntos ya no estamos solos. Ya no le tenemos miedo a la religión.
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